Desde la Pastoral Social de la Diócesis de La Rioja, se emitió un
comunicado respondiendo a grupos minoritarios radicalizados de Izquierda y pro
aborto, que reclaman retirar imágenes sagradas de la religión católica de los
edificios públicos.
En ese marco, intentaron en la Universidad Nacional de La Rioja, que en asamblea de estudiantes fracasaron con el
voto mayoritario en contra de sacar el santuario del rectorado, reaccionado con
violencia verbal y física.
Texto del Comunicado:
La Pastoral Social de la Diócesis de La Rioja, y antes los hechos que son
de público conocimiento expresa.
Vivimos tiempos de crispación, donde la discusión y las discrepancias no
tienen el ánimo de lograr puntos de consenso o de coincidencias, sino que
buscan diferenciar uno y otro grupo profundizando la grieta que enfrenta a los
argentinos. Discutir, disentir, discrepar, tiene como única finalidad imponer
nuestras propias convicciones y denostar las ajenas. Este ejercicio exasperado
de la sana libertad a expresarnos nos lleva a buscar cualquier excusa que nos
termina dividiendo como comunidad. En este marco se discute ahora sacar una
imagen religiosa del edificio de la Universidad Nacional de La Rioja, como si
tal circunstancia exorcizara todos nuestros males. Se vive este acto como si
fuera una victoria o una derrota según el sector que lo logre, sin pensar que
en cualquier grupo humano deben estar contenidas todas sus expresiones y
convicciones. Sin embargo, no podemos olvidar que cualquier comunidad política
tiene un presupuesto imprescindible: la convivencia. Esta se construye no por
la uniformidad, sino básicamente sobre la aceptación de las diferencias. Y se
sostiene no solamente en principios jurídicos de igualdad, libertad y
tolerancia, sino también en sentimientos de amistad y fraternidad. El
significado profundo de la convivencia civil y política no surge inmediatamente
del elenco de los derechos y deberes de la persona. Esta convivencia adquiere
todo su significado si está basada en la amistad civil y en la fraternidad. En
este convencimiento, la comunidad política de la universidad pública no es
laica o confesional. No es verde o celeste o naranja. Es todo eso. Es laica y
es religiosa porque sus miembros piensan y sienten distinto. Y conviven en el
seno de una comunidad que los debe contener en su diversidad, generando
sentimientos de pertenencia al colectivo que amalgame un destino común. La
educación qué se imparte en la universidad pública debe ser laica porque no
puede sujetarse a una visión confesional en particular. Pero la comunidad
política que la conforma tiene las distinciones propias de la diversidad
cultural, social, histórica y personal de sus miembros. Tratar de uniformar a
la comunidad política detrás de cualquier posición sectorial es renunciar a la
posibilidad de la convivencia y apostar a la disgregación del colectivo. Sacar la
imagen de la Virgen María se inscribe en el desconocimiento de la amistad y de
la fraternidad como sentimientos que aglutinan a la comunidad. No es solamente
una cuestión de tolerancia y respeto por el otro. Es aceptar, disfrutar y
compartir que hay hermanos que sienten distinto a mí. No podremos fortalecer
nuestra comunidad exasperando las diferencias. No es retirando la imagen de la
Virgen María de la manera que podemos unirnos como cuerpo político. Por el
contrario, es aceptando las diferencias, robusteciendo la fraternidad y la
amistad civil la mejor manera en que podemos dar una repuesta eficaz al
doloroso momento que vive nuestro País. Solo si nos unimos en el convencimiento
de un destino común que acepte y contenga todas nuestras diferencias podremos
superar todo aquello que nos daña como Pueblo. No podemos dejar de señalar que
esta nueva implica también un desconocimiento del valor profundo que tiene la
imagen de la Virgen María, que no solo es de veneración, sino que también es
testimonio de valores que pertenecen a toda nuestra cultura, como son la
solidaridad, la libertad y la justicia. La imagen de la Virgen María también
nos impulsa a lograr estos valores. También nos llama a los católicos -junto a
todos los que no piensan o sienten como nosotros- a levantar la voz por los que
sufren, por aquellos que son desechados por un sistema de gobierno que se
olvida de la persona como centro de la sociedad. De otra manera estamos
derribando la imagen de Nuestra Madre cada vez que nos olvidamos de reclamar por
los trabajadores de nuestra provincia despedidos en la Secretaría de
Agricultura Familiar, por los miles de desocupados en todo el País, por la
desfinanciación de las Universidad Pública, por los pobres que no podrán
acceder a ellas, por la creciente cantidad de argentinos que viven sumidos en
la pobreza y en la exclusión social. No es necesario sacar la imagen de la
Virgen. Solo debemos llenarla de sentido. Necesitamos que su figura maternal
nos ayude a los cristianos a sumar esfuerzos con aquellos que no lo son. Seamos
capaces de caminar todos juntos, cada uno con sus convicciones, cada cual con
sus sentimientos, pero juntos como comunidad política que puede convivir en sus
diferencias y encontrar coincidencias que nos permitan lograr una sociedad justa.
La Rioja 4 de septiembre de 2018
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